Theo van Doesburg y su austera filosofía

El centro Bozar de Bruselas dedicó, a mediados de este año, una antología a Theo van Doesburg, gran figura del movimiento holandés De Stijl, que tomaría su nombre de un periódico que fundaría el mismo artista en el año 1917.

En principio, la corriente artística holandesa que tuvo en Van Doesburg y Mondrian a sus principales figuras, perseguía la premisa de crear un arte puro, integrado por elementos puros, cuyo orden había sido interrumpido por la proliferación de líneas retorcidas e ininterrumpidas, presentes en la naturaleza.

La educación calvinista parece haber sido un elemento fundamental en el desarrollo de la corriente De Stijl y en el modo de pensar de muchos de sus integrantes, pues a Mondrian y a Van Doesburg se unirían otras figuras como Huszár, Vantongerloo, Vordemberge-Gildewart, entre otros.

Cada uno de estos artistas coinciden en la actitud que tuvieron ante su quéhacer estético: eran disciplinados y tendían al ascetismo, tanto en la vida como en sus creaciones. Todos estos exponentes del arte de principios del siglo XX se caracterizaron por desconocer la vanidad y preferir el anonimato, antes alcanzar la gloria de su nombre.

Es innegable que Van Doesburg, y todos los seguidores de su filosofía artística, se sumaron a esa actitud socialista que lo llevó a imaginar un arte colectivo para todos, una tendencia que estaba dispuesta a defender la armonía universal antes que el individualismo, no obstante, los artistas holandeses no se involucraron en la lucha de clases.

Van Doesburg tenía la capacidad de entender al arte como una manifestación que no estaba dirigida ni al proletariado ni a la burguesía; un fenómeno que no estaba supeditado a las condiciones sociales, pero con el poder de determinar a la cultura en su conjunto.

Los augurios de De Stijl fueron confirmados en la perfección de la máquina, la tendencia, cada vez más fuerte del hombre moderno a agruparse, y en el anonimato que surge como consecuencia del proceso laboral e industrial moderno.